Su antiguo compañero de piso, Fran, la necesitaba esa misma tarde para algo “realmente urgente, querida”. Entre el llamado de emergencia y el no tener el ‘no’ entre sus palabras más utilizadas; en menos de media hora se había personado en la que había sido también su casa.
Llegando a la puerta ya se sentía un olor especial, algo nuevo. Nada más abrirse la puerta, todo el apartamento era diferente a como lo había visto la última vez. La recibía copa en mano y la invitaba a sentarse en uno de los taburetes de la cocina con forma de tapón de cava. Había mucho que contarse, empezando por la nueva distribución y el resultado de su nueva casa. Era entonces cuando hubiera preferido no irse nunca jamás de ese perfecto espacio.